lunes, 22 de mayo de 2017

Penando por mis culpas

Queridos míos: Hoy hace el duodécimo día que me intervinieron en mi cadera. Por culpa de tanto fútbol y tanto tenis, me cachis ya...Todo ha salido bien pero yo no sirvo para esto. No tengo asiento, en ningún sitio, en ninguna postura me hallo, todo me incomoda, dios ¡qué sería de mí si esto se prolongara? Hay gente que por otros motivos ha tenido que soportar meses de inactividad en cama, mi hermano Juan, mi suegra... La mujer de nuestro albañil se tiró cinco meses tumbada boca arriba en la cama por una fractura del hueso cuqui. Insufrible para servidor. Lo peor, no obstante, son las noches. Yo acostumbro a dormir dando tumbos, ahora pacá, luego pallá . Y así toda la noche. Ahora he de mantenerme tieso y boca arriba, por lo menos durante el primer mes. Se puede dislocar la prótesis si cambio de postura en la cama. Me desespero. Y aflijo más de la cuenta a mi Peque. Al final no he tenido más remedio que echar mano del lormetazepam. Pa dormir algo. Antes, cuando uno era creyente, resultaba todo esto más llevadero porque se ofrecía el sufrimiento por los clavos de Cristo, pero ahora, ni eso. Voy mejorando, las cosas como son, ya me mantengo en pie más rato, doy mis pasos con el andador, como solo... Bueno, cuando me reponga del todo os contaré curiosidades muy graciosas que tienen que ver con la dependencia casi absoluta de mi Peque para casi todo. Ya me entendéis, el aseo personal, la ducha, el afeitado, la cagancia... Bueno, si ella me deja explayarme.

Mis médicos me han recetado un mes de recuperación lenta en casa, que no me haga el valiente, no vayamos a retrasar en vez de avanzar. ¡El valiente yo!!! No me conocen. Yo me hago el cobarde, más que cobarde. Claro, al carecer de la protección que otorga la ignorancia me observo demasiado, me asigno sucesivamente las distintas complicaciones posibles asociadas a esta intervención. Cuando creo descartada una, enseguida se me presenta otra. Y son complicaciones serias. Y ahí ando acobardado. Ya he superado la trombosis venosa, el rechazo de la prótesis, la infección de los puntos... Ahora estoy en la pejiguera de la infección de la prótesis. Luego no sé qué vendrá, ya me inventaré algo. ¡Cagao vivo!! Que no me haga el valiente!... No os preocupéis, que no, que no me lo hago.

No, que ante ayer llamé por teléfono al Luna pa que me diera ánimos, que él pasó por semejante trance hace dos años. Peor. El tío, que tiene más cojones que el caballo de Espartero, se me pone que él anduvo desde el primer día, que en dos semanas ya estaba haciendo vida normal ayudado por una sola muleta, que no tuvo fiebre ni se le hinchó la pierna... Me dejó hecho polvo.

Lo reconozco, soy un cobarde, un miedica, un pusilánime. Por mor de ello he perdido los apetitos, la churra se me ha refugiado entre sus compañeros de toda la vida, choco con todo, mi perrita se extraña de verme impedido... Y ni siquiera puedo escribir, ahora que tanto tiempo me sobra, porque no aguanto sentado más de quince minutos. Consigo entretenerme algo con la lectura del libro "Patria", muy, pero que muy recomendable.

Y a todo esto, dentro de dos semanas tenemos un bodorrio de esos campestres en un cortijo. Temiéndolo estoy. Nada, que me lleven en silla de ruedas, a ver.

Bueno, según me vaya recuperando tendréis mejores nuevas.

Un abrazo

martes, 2 de mayo de 2017

Paso de tórtolas

Lo que más me gusta de la Feria de Sevilla -dicho sea sin ánimo de machismo- es el bicheo. Las viandas suculentas y generosas y el rebujito, también. Pero acierta el refrán, hasta el jamón cansa. Después de cuatro horas en la caseta de Tomás estoy que no aguanto más, y más este año, con mi cadera baldada. Si estás de pie no sabes ya en qué pierna dejarte caer, te cruje el espinazo y se te anestesian las plantas de los pies; si consigues asiento por tu condición de medio lisiado... casi peor: te quedas encajonado, inmóvil funcional, entre sillas, mesas y criaturas; y como las mujeres casi siempre están bailoteando o les gusta apiararse en su rincón tienes todas las papeletas de que te toque apretujarte entre otros tíos tan sudorosos y aburridos como tú. Ayer tarde, sin embargo, tuve suerte: caí entre Pozuelo, Jaime y Jesús Cantarero, que el sudor de los amigos, por acostumbrado, es más llevadero. Y fue Jesús quien consolaba mi tedio incipiente animándome a olvidar la caseta atestada, y a volver la vista hacia la calle, a la gente de a pie. "Espabílate, tío, y asómate al paso de las tórtolas". ¡Joer!, aquello funcionó. La hora siguiente se me pasó rápida, distraídos los cuatro "viejos verdes" con el tránsito y la pose de tanta mocita engalanada, de tanta lozanía, de tanta muchacha en flor. "Manuel, ¡qué calientes semos!... 

El mejor paso de tórtolas, no obstante, no es el puesto en una caseta de Feria, no: es un banco de asiento en mitad de la calle Asunción. A cualquier hora del día o de la noche esta calle es un río caudaloso y sereno que transporta a la Feria la mayor caterva de gente nunca vista; la principal arteria final hasta la querencia. Los trianeros y los vecinos de "Los Remedios" se lo trajinan por atajos señalados por el tiempo. La Sevilla del otro lado del Guadalquivir y la del Aljarafe desemboca a bocanadas de Metro en la Plaza de Cuba, y desde ahí, a la Feria por Asunción. Ya lo he aprendido. Vestido de a diario, paseando a mi perrita, como haciéndome el pasota de tanto fiestorio, nos orillamos a medio camino de la calle y nos sentamos en un banco... a ver pasar a la gente. Espectáculo grandioso de guapura y colorido. Gratuito y sin consumición. Mi perrita se interesa más por otros congéneres suyos que, a contramano y a disgusto, obligados por la correa de sus amos, parecen regresar a sus casas. Lo mío, claro está, son las otras criaturas, las de dos piernas. Y aunque la Peque esté en lo cierto, que el traje de flamenca le sienta bien a cualquier mujer por lo que recoge, uno no dispara a la bandada sino que distingue entre tórtolas y tortolitas. En fin, si yo entendiera más de antropología y de sociología sería para escribir sobre este fenómeno tan curioso, el de las invasiones humanas de La Feria.

Pero como no soy tan entendido en estas materias me limitaré a daros un consejo de buen amigo. Muchachos, vosotros que, como yo, sois gente corriente y sencilla, sin intereses financieros ni comerciales, sin trato con la cursilería ni con el Negocio, ajena a los trapicheos y tejemanejes, y, sobre todo, gente sin edad para castigar su cuerpo y su espíritu con estos excesos... hacedme caso: id y disfrutad de la Feria, sí, dos horitas cortas, ná más. Jamoncito, tortilla y chocos; de postre, un chocolate con buñuelos en el puesto de las gitanas. Luego, iros a reposar a la calle Asunción, a ver pasar las tórtolas.
Otro día, mañana mismo, será bueno para llevar a los nietos a la calle del Infierno.

Buena Feria y buena suerte con la cacería.